27.8.06

¿EXISTE VERDADERAMENTE Mr. SMITH?

Estanislaw Lem, escritor nacido en Lvov, Ucrania, en 1921.


JUEZ. — La Corte pasa a examinar el litigio entre la Cybernetics Company y Harry Smith. ¿Están presentes las dos partes?
ABOGADO. — Su Señoría.
JUEZ. — ¿Usted actúa en nombre de…?
ABOGADO. — Represento legalmente a la Cybernetics Company, Su Señoría.
JUEZ. — ¿Dónde está el acusado?
SMITH. — Estoy aquí, Su Señoría.
JUEZ. — Les ruego se sirvan dar a la Corte sus datos personales.
SMITH. — Con mucho gusto. Me llamo Harry Smith y nací el 6 de abril de 1917 en Nueva York.
ABOGADO. — Me opongo, Su Señoría. La afirmación del acusado es tendenciosa: élnunca ha venido al mundo.
SMITH. — Tengo aquí mi partida de nacimiento. Y mi hermano está aquí, en la sala…
ABOGADO. — Esa no es su partida de nacimiento, y aquel individuo no es su hermano.
SMITH. — Entonces ¿de quién es hermano? ¿De usted acaso?
JUEZ. — Calma, se lo ruego. Un momento, abogado ¿Entonces, Mr. Smith…?
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SMITH. — Mi padre, el nunca bastante llorado Lexington Smith, poseía un garaje, y me inculcó la pasión por su oficio. A los diecisiete años participé por primera vez en una carrera automovilística para principiantes. A continuación, ya como corredor profesional, he competido ochenta y siete veces. Hasta hoy me he hecho con la victoria dieciséis veces, con veintiún segundos puestos…
JUEZ. — Se lo agradezco, pero estas particularidades no son pertinentes a la causa.
SMITH. — Tres copas de oro…
JUEZ. — Le he dicho que esos detalles son superfluos.
SMITH. — Y una corona de plata….
MR. DONOVAN (Presidente de la Cybernetics Company). — ¡Oh, está delirando!
SMITH. — No se engañe.
JUEZ. — ¡Calma! ¿No tiene un abogado para su defensa?
SMITH. — No, me defiendo por mí mismo. Mi causa es clara como el agua de un manantial.
JUEZ. — ¿Conoce las demandas que la Cybernetic Company presenta contra usted?
SMITH. — Las conozco. Soy víctima de las viles maquinaciones de esos perros criminales…
JUEZ. — Ya es suficiente. Abogado Jenkins, ¿quiere exponer a la Corte las razones que han motivado su citación?
ABOGADO. — Con mucho gusto, Su Señoría. Hace dos años el acusado tuvo un accidente durante las carreras automovilísticas disputadas en Chicago. Se dirigió entonces a nuestra firma. Usted ya sabe que la Cybernetics Company fabrica prótesis: piernas, brazos, riñones artificiales, corazones artificiales y muchos otros órganos de recambio. El acusado compró a crédito una prótesis de la pierna izquierda y pagó el primer plazo. Cuatro meses después se dirigió de nuevo a nosotros, esta vez para el suministro de dos brazos, una caja torácica y una bóveda craneal.
SMITH. — ¡Es falso! La bóveda craneal no. Fue en primavera, tras las carreras en montaña.
JUEZ. — No interrumpa.
ABOGADO. — Se trataba, respetando el orden cronológico, de la segunda transacción. En aquel tiempo la deuda del acusado ascendía a 2.967 dólares. Cinco meses después el hermano del acusado se dirigió a nosotros: Harry Smith se encontraba recuperándose en la clínica Monte-Rosa, no lejos de Nueva York. Conforme al nuevo pedido, nuestra firma suministró, tras pago de un adelanto, diversas prótesis cuya relación particularizada va unida a las actas del proceso. Entre otras figura como repuesto de un hemisferio cerebral un cerebro electrónico Geniak, llamado comúnmente “El Genial”, cuyo precio es de 26.500 dólares. Llamo la atención de la honorabilísima Corte sobre el hecho de que el acusado nos ordenó un modelo Geniak de lujo, equipado con válvulas metálicas, dispositivo para sueños en colores naturales, filtro antipreocupaciones y eyector de pensamientos tristes, a pesar de que todo esto excedía sus posibilidades financieras.
SMITH. — ¡Seguro! ¡Les habría sido mucho más cómodo si hubiera decidido reventar con su cerebro construido en serie!
JUEZ. — ¡Calma, se lo ruego!
ABOGADO. — Que el acusado haya actuado con la intención consciente y deliberada de no pagar lo que había adquirido, viene probado perentoriamente por un hecho: él no ordenó un modelo común de brazo artificial, sino que escogió una prótesis especial, provista de reloj de muñeca, marca Schaffhausen, de 18 rubíes. Cuando la deuda del acusado llegó a los 29.863 dólares lo citamos en juicio para restitución de todas las prótesis que había adquirido. Sin embargo, nuestra querella fue desestimada basándose en la siguiente consideración: Mr. Smith, si fuera privado de sus prótesis, moriría. En efecto, en aquel tiempo, de este Mr. Smith no quedaba sino medio cerebro.
SMITH. — Cómo atreve decir ¿”de este Mr. Smith”? ¿Percibe acaso acciones de la Cybernetics Company por cada insulto que sale de su boca? ¡Leguleyo!
JUEZ. — ¡Calma, por favor! Mr. Smith, en caso de nuevos ultrajes a la parte demandante le impondré una sanción.
SMITH. — ¡Es él quien me Insulta!
ABOGADO. — En las condiciones en que entonces encontraba, en deuda con la Cybernetics Company, y equipado de pies cabeza con prótesis suministradas por nuestra firma que, a su respecto, ha dado pruebas de infinita bondad, satisfaciendo ipso facto cualquier deseo suyo, el acusado comenzó a calumniar públicamente nuestros productos a los cuatro vientos, encontrando qué murmurar sobre su calidad. Pero esto no le impidió todavía presentarse ante nosotros tres meses más tarde. Se quejaba, en aquel tiempo, de toda una sarta de achaques y de dolores que, como pudieron probar nuestros expertos, dependían del hecho de que su viejo hemisferio cerebral se encontraba sofocado, alojado como estaba en aquel nuevo ambiente que yo definiría, si me lo permite Usía, como protésico. Movida de un sentimiento de humanidad, nuestra firma aceptó otra vez más satisfacer el deseo del acusado, “genializándolo” totalmente, o lo que es igual, nuestra firma aceptó sustituir el viejo pedazo de cerebro que le pertenecía in proprio con un segundo aparato Geniak, gemelo del precedente. Como garantía de este nuevo crédito, el acusado nos firmó letras de cambio por un importe de 26.950 dólares. ¡Hasta hoy, todo lo que nos ha liquidado han sido 232 dólares con 18 centavos! Estando así las cosas... ¡Honorabilísima Corte, el acusado está tratando pérfidamente de impedirme hablar, sofoca mis palabras con silbidos, ruidos y estridencias! ¡Que la Honorabilísima Corte tenga la bondad de llamarlo al orden!
JUEZ. — Mr. Smith...
SMITH. — No soy yo, es mi Geniak. Hace esto cada vez que reflexiona intensamente. ¿Acaso soy yo responsable de todo lo que ha hecho la Cybernetics Company? ¡La Honorabilísima Corte haría mejor si citase al presidente Donovan por fraude!
ABOGADO. — …estando así las cosas, Cybernetics Company presenta a la Corte la siguiente petición: que le sea reconocido el derecho de entera propiedad sobre la totalidad de las prótesis suministradas y que se encuentran aquí, en esta sala de tribunal, sosteniendo ser Harry Smith.
SMITH. — ¡Qué desvergüenza! ¿Y dónde está Smith según usted, abogado, si no está aquí?
ABOGADO. — Aquí, en esta sala, yo no veo a ningún Smith, por la simple razón de que los restos de aquel célebre campeón de carreras reposan diseminados a lo largo de las muchas autopistas de los Estados Unidos. En consecuencia, el veredicto que seguramente pronunciará este tribunal a nuestro favor no podrá lesionar a ninguna persona física, porque nuestra firma no hará sino volver a entrar en posesión de lo que legítimamente le pertenece, desde el envoltorio de nylon hasta el último tornillo.
SMITH. — ¡Cómo! ¡Quieren despedazarme, quieren reducirme a prótesis!
PRESIDENTE DONOVAN. — ¡Lo que haremos con nuestros bienes no le interesa!
JUEZ. — Presidente Donovan, le ruego cálidamente conservar su sangre fría. Gracias, abogado. ¿Qué tiene que decir, Mr. Smith?
ABOGADO. — Señoría, para aclarar mejor la cuestión querría hacerle notar además que el acusado, para decir la verdad, no es realmente el acusado, sino únicamente un objeto material que pretende pertenecerse en toda propiedad. En efecto, dado que él no vive…
SMITH. — ¡Acérquese un poco, y se enterará de si estoy vivo o no!
JUEZ. — Verdaderamente, es un caso insólito. Mmmm… Abogado, la decisión de establecer si el acusado está vivo ó no la dejo en suspenso hasta que la Corte haya emitido su juicio; de otra manera, nos arriesgaríamos a turbar el desarrollo normal de la audiencia. Ahora, tiene usted la palabra, Mr. Smith.
SMITH. — Honorabilísima Corte, y ustedes, ciudadanos de los Estados Unidos, que siguen atentamente los despreciables esfuerzos de un gran trust para destruir en mi persona una libre personalidad pensante...
JUEZ. — Le ruego dirigirse exclusivamente a la Corte. ¡Esto no es un mitin!
SMITH. — De acuerdo, Su Señoría. La cosa se presenta así: efectivamente, yo he obtenido de la Cybernetics Company un cierto número de prótesis...
PRESIDENTE DONOVAN. — ¡Un cierto número de prótesis! ¡Y tiene la desfachatez de decirlo!
SMITH. — ¡Que la Honorabilísima Corte llame a orden a este señor! Sí, he obtenido aquellas prótesis. Poco importa lo que éstas sean. Poco importa si, incesantemente, cuando estoy sentado, cuando camino, cuando como, cuando duermo, se oye un tal ruido en mi cabeza hasta el punto que he llegado a tener que retirarme a una habitación aparte porque despertaba a mi hermano durante la noche. Sí, a causa de estos Geniak con estas inclinaciones, construidos a escondidas con los avances de las máquinas de calcular, he contraído la enfermedad del cálculo, hasta el extremo que debo contar sin tregua las cercas, los gatos, los palos, las personas que me encuentro a lo largo de los caminos, y Dios sabe qué otras cosas... Ustedes ya me entienden. Sea como sea, tenía verdaderamente intención de pagar todas las sumas debidas, pero el único medio que tengo de procurarme dinero es vencer en las carreras. Ahora he dejado pasar demasiadas, me he descorazonado, he perdido la cabeza y…
ABOGADO. — El acusado reconoce espontáneamente haber perdido la cabeza. Ruego a la Corte tome nota.
SMITH. — ¡No me interrumpa! Lo he dicho, pero no con ese sentido. He perdido la cabeza, he comenzado a jugar en la bolsa, he perdido y me he endeudado. En aquel periodo era un chasis lleno de achaques. Notaba continuamente dolores lacerantes en la pierna izquierda, vahídos, tenía sueños idiotas: yo cosiendo a máquina, yo haciendo media, yo haciendo puntilla; me hice visitar por psicoanalistas, que inmediatamente me descubrieron un complejo de Edipo tan sólo porque mi madre cosía a máquina cuando yo era niño. Fue en aquel período, justamente entonces que era débil y que apenas podía valerme, que la Cybernetics Company comenzó a llevarme ante los tribunales. Los periódicos hablaron de ello y, como consecuencia de las pérfidas calumnias de las cuales fui objeto, la congregación metodista —yo soy metodista, ¿saben?— me cerró las puertas de su iglesia.
ABOGADO. — ¿Se lamenta por esto? ¿Cómo; usted cree en la vida de ultratumba?
SMITH. — Creo, aunque no veo por qué le interesa a usted esto.
ABOGADO. — ¡Me interesa porque Mr. Smith, actualmente, está ya viviendo una vida de ultratumba, y usted no es sino un infame usurpador!
SMITH. — ¡Mida sus palabras, señor!
JUEZ. — Ruego a las dos partes que mantengan la compostura.
SMITH. — Honorabilísima Corte, mientras me encontraba en tan penosas circunstancias, la Cybernetics Company me citó a juicio, y cuando sus impúdicas peticiones fueron rechazadas un individuo sospechoso, un tal Goas, vino a mi encuentro enviado por el presidente Donovan... aunque esto yo aún no lo sabía. Este tal Goas se hizo pasar por perito electrónico y me dijo que tan sólo existía un remedio para curar todos mis sufrimientos, los lacerantes dolores y los vértigos: hacerme “genializar” a fondo. En el ruinoso estado en el cual me encontraba era imposible pensar en nuevas carreras automovilísticas. Por tanto, ¿qué otra cosa me quedaba? Acepté, lo reconozco ante la Honorabilísima Corte. Y Goas, al día siguiente; me condujo a la oficina de montaje de la Cybernetics…
JUEZ. — ¿Esto significa que se ofreció a llevarle?...
SMITH. — Ciertamente.
JUEZ. — ¿Y que se ofreció a introducirlo allí…?
SMITH. —Naturalmente; pero yo, yo, aún no comprendía por qué lo hacían tan de buen grado, con condiciones de favor y con largos plazos en el pago. ¡Ahora, por el contrario, lo entiendo perfectamente! Ellos querían, lo declaro ante la Honorabilísima Corte, que me desembarazase del viejo hemisferio cerebral que todavía me quedaba, dado que precedentemente sus peticiones habían sido rechazadas en consideración al hecho de que el desventurado pedazo original de mi cabeza no habría podido permanecer con vida por sí mismo si se me retiraba todo el resto. Y así el tribunal no les concedió nada. Y es por esto que ellos, aprovechando mi ingenuidad y la debilitación de mis facultades mentales, pensaron en mandarme a aquel tal Goas, para hacer que aceptase espontáneamente el sustituir el viejo pedazo de cerebro original, y hacerme caer en las redes de su diabólica maquinación. Ruego ahora a la Honorabilísima Corte que examine cuánto vale su razonamiento. Ellos dicen que tienen derecho a tomar posesión de mi persona. ¿A qué título? Supongamos que alguien adquiera provisiones a crédito en su proveedor: harina, azúcar, carne... y que después de un cierto tiempo el tendero intente una acción legal para hacerse reconocer propietario de su deudor, dado que —según se enseña en medicina— las sustancias de nuestro cuerpo, gracias a los procesos de naturaleza química, son constantemente renovadas y sustituidas por los productos alimenticios. Es verdad: transcurridos algunos meses, el deudor por entero, cabeza, hígado, brazos y piernas comprendidas, se compone de aquellas grasas, de la leche, de los huevos y de los hidratos de carbono que el tendero le ha cedido a crédito. Pero, ¿existe en el mundo un tribunal dispuesto a pronunciarse a favor de este tal tendero? ¿Acaso vivimos en el medioevo, cuando Shylock podía exigir que su deudor le cediese una libra de su propia carne? ¡Estamos aquí frente a una situación análoga! En cuanto a mí, ¡yo soy el campeón de carreras Harry Smith y no una máquina!
PRESIDENTE DONOVAN. — ¡Es falso! ¡Es una máquina!
SMITH. — ¿Ah, sí? ¿Entonces, a quién es, en definitiva, a quién persigue la Cybernetics? ¿A quién ha sido enviada la citación del tribunal? ¿A una máquina cualquiera o por el contrario a mí, Harry Smith? Su Señoría, desearía que consintiese en que la cuestión fuera definitivamente aclarada.
JUEZ. — Mmmm… esto. La citación está dirigida a Harry Smith, Nueva York, calle 44-
SMITH. — ¿Ha oído, Mr. Donovan? Querría además dirigir a Su Señoría una pregunta referente al procedimiento: ¿la ley de los Estados Unidos prevé, de una forma u otra, la posibilidad de querellarse contra una máquina? ¿Prevé la ley la posibilidad de citar a una máquina ante los tribunales, de acusarla de algo?
JUEZ.-— Veamos… eh… no. ¡No! Esto no lo prevé la ley.
SMITH. — Entonces todo está aclarado. En suma, o yo soy una máquina, y entonces el desarrollo de este proceso es fundamentalmente imposible, siendo claro que una máquina no puede ser citada en juicio, o bien no soy una máquina, sino un hombre, y entonces ¿cuáles son esos derechos que la firma pretende ejercer sobre mi persona? ¿Debería acaso convertirme en su esclavo? ¿Trata Mr. Donovan de convertirse en un propietario de esclavos?
DONOVAN. — ¡Qué insolencia!
SMITH. — ¡Reconózcalo, está en una trampa! En cuanto a los métodos comerciales a los que recurre esta firma, basta decir lo siguiente: cuando, todavía enfermo, atornillado y chaveteado a más y mejor, dejé el hospital y me fui a la playa para respirar un poco de aire puro, una masa de gente me seguía siempre los pasos. Comprendí inmediatamente el motivo: sobre la espalda me habían impreso “made in the Cybernetics Company”. He debido hacerme borrar la inscripción a mi costa y hacerme remendar lo mejor posible. ¡Y he aquí que ahora aún quieren perseguirme! Es verdad, el pobre está siempre expuesto a la cólera del rico, mi padre y mi madre me lo repetían siempre...
PRESIDENTE DONOVAN. — ¡Su padre y su madre son la Cybernetics Company!
JUEZ. — ¡Calma! ¿Ha terminado ya, Mr. Smith?
SMITH. — No. Querría subrayar, en primer lugar, que la firma debería pasarme una pensión alimenticia, dado que no tengo de qué vivir. La dirección del Automóvil Club ha anulado mi participación en las carreras panamericanas, hace un mes, apoyándose en el hecho de que mi vehículo sería pilotado —así dicen— por un complejo automático no humano. Pero, ¿quién me ha puesto en estas condiciones? ¡Ellos, la Cybernetics Company, que ha enviado al Automóvil Club una sucia carta difamatoria! ¿Tratan de sacarme el pan de la boca? Bueno, que paguen entonces mi manutención y que me suministren las piezas de recambio. Y no es eso todo: ¡cada vez que debo hablar con ellos, los empleados de la firma, especialmente los de la dirección, me cubren de insultos!
El presidente Donovan me ha propuesto, para normalizar la situación, una transacción amistosa: sería suficiente que aceptase figurar como modelo de reclamo. ¡Debería permanecer inmóvil, ocho horas diarias, en su vitrina! Por tal afrenta y otras similares, me constituyo en parte civil contra la Cybernetics Company. Concluyendo, pido que la Honorabilísima Corte quiera atentamente escuchar a mi hermano en calidad de testigo, puesto que él conoce perfectamente todos los particulares de la causa.
ABOGADO. — Su Señoría, me opongo. El hermano del acusado no puede comparecer en calidad de testigo.
JUEZ. — ¿Tal vez a causa de la consanguinidad?
ABOGADO. — Sí... y no. La razón exacta es que el hermano del acusado fue víctima, la semana pasada, de un accidente aéreo.
JUEZ. — Ah... ¿Y no puede comparecer ante la Corte?
HERMANO DE SMITH. — ¡Sí puedo, estoy aquí!
ABOGADO. — Puede, pero el hecho es que el accidente ha tenido para él consecuencias trágicas. Nuestra firma, a consecuencia de las órdenes llegadas a través de su esposa, ha debido proceder a la “genialización” y puesta a punto de un nuevo hermano del acusado...
JUEZ. — ¿Un nuevo qué?
ABOGADO. — Un nuevo hermano, que al mismo tiempo es el marido de la ex-viuda.
JUEZ. — Ah...
SMITH. — ¿Pero qué importa esto? ¿Por qué no puede testificar mi hermano? ¡Mi cuñada ha saldado la factura al contado!
JUEZ. — Silencio, por favor. Vista la necesidad de proceder al examen de estos elementos complementarios, ordeno el aplazamiento de la causa...

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22.8.06

NUEVAS TECNOLOGÍAS: la vida horizontal

Cristina Civale, escritora y periodista cultural argentina. Leído en el 11º Foro Internacional por el fomento del libro y la lectura, el 19/08/2006, Resistencia, Chaco.

A mediados de los años 90, cuando Internet comenzó a difundirse masivamente no fue, en esos comienzos, muy original en sus propuestas de lectura. Repetía de manera fatigosa lo que proponían otros materiales de lecturas surgidos de la imprenta. Desde los medios de comunicación hasta los libros electrónicos, asistimos a un panorama aburridísimo y a veces algo inútil que sólo pudo sostenerse por la fascinación de un fenómeno que se presentaba como nuevo.
Los intentos de los libros electrónicos, como esos experimentos que hizo Stephen King con sus novelas exclusivas para la red, duraron poco. El formato pdf y la impresión casera prácticamente daban asco, eran incómodos, feos, descartables, sucios. El año 2000 asistió a su nacimiento pero también a su muerte. Fue imposible competir con la ductilidad del objeto libro, por más computadora portátil e inalámbrica que se pudiese tener.

Otro cuento se contó con los medios de comunicación: todos asistimos fascinados a
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la posibilidad de acceder a los distintos periódicos del mundo estuviéramos donde estuviésemos: todos los diarios y revistas del mundo leídos desde cualquier parte de la tierra, gratis, y a sola portada de clic. Allí la batalla corría por caminos, esta vez exitosos, que más que con un hábito de lectura, tuvieron que ver con la accesibilidad a una información que de otro modo resultaba costosísima o a la que directamente era imposible acceder.

Internet dio cuenta de estos dos fenómenos de lectura y tuvo que transformarlos. Dio cuenta tanto del fracaso como del éxito. Del primero para darlo vuelta y convertirlo en éxito, del segundo para hacerlo todavía más exitoso: entiendo exitoso como útil, original, único.

Tanto en la literatura como en los medios de comunicación tuvo que hacer esfuerzos para generar otras propuestas.

Es así que los que manejaban la tecnología y eran los dueños de los dominios que nos ofrecían contenidos tanto de literatura como de información aguzaron, para beneficio de todos, su ingenio.

En el campo de la literatura, con sus herramientas exclusivas de búsqueda Internet abrió un circuito que posibilita un recorrido transversal por los libros, por los escritores y por los críticos, por los entrecruzamientos entre unos con otros –autores y críticos; libros y autores; críticos y libros y un sin fin de combinaciones- o entre unos y otros del mismo campo (un escritor junto a otro escritor). Si bien el buscador más usado es Google, el buscador que más afanosamente ha trabajado en el sentido de producir una lectura novedosa, excepcional y complementaria a la de los libros se llama A9 y es el buscador desarrollado no casualmente por la librería virtual más grande del mundo: Amazon.com.


Recomiendo enfáticamente una aproximación a este buscador que se encuentra digitando http://www.a9.com/, allí se despliega un menú en inglés –ese es su límite- que puede ser personalizado: es decir cada usuario puede organizarlo según sus necesidades.
Un menú a la derecha de la pantalla se despliega y haciendo clic en la palabra preferencias podremos elegir en cuántos idiomas esperamos que se realice nuestra búsqueda, con qué formato, en cuántas columnas, con qué tipo y color de letra. Los idiomas en los que podemos pedir nuestra búsqueda son
árabe, búlgaro, catalán, chino tradicional o simplificado, croata, checo, danés, alemán, inglés, estonio, finlandés, francés, alemán, griego, hebreo, húngaro,
Islandés, italiano, japonés, coreano, lituano, noruego, polaco, portugués, ruso, servio, eslovaco, español, sueco y turco. A diferencia de los otros buscadores y de las búsquedas que podamos emprender en una biblioteca todas estas combinaciones se dan simultáneamente –gracias a su sistema único de búsqueda por columnas- y en este punto reside la originalidad y sobre todo la utilidad de su uso: esto es la posibilidad de entrecruzar información en pocos segundos y darnos pistas para una nueva lectura enriquecedora que seguramente nos llevará a otros libros, pero a libros a los que nunca hubiésemos llegado si no hubiese sido por esta herramienta.

Podemos intentar algunos ejemplos concretos con el autor Horacio Quiroga, con el Martín Fierro o con Jorge Luís Borges, o con quien queramos. En todos los casos, el buscador nos va a llevar a la librería para comprar el libro o los libros: ése es su negocio. Pero una vez hecho el negocio y promocionados sus productos, nos ofrece una cantidad de herramientas que amplían la lectura, que nos dan pistas probablemente asombrosas sobre los autores buscados y nuevos modos de abordaje.
La red no reemplaza al libro, permite una aproximación al mismo sembrada de contexto, historia y referencias. Esto no pasa con Yahoo, ni con el ya mencionado Google. El A9 es una verdadera herramienta de trabajo para todo docente y un gran incentivo para los alumnos: no es un buscador que nos lleva al chisme; es un buscador serio, en un extremo de optimismo casi podría decir erudito. Y espero haberlos entusiasmado lo suficiente como para que la próxima vez que enciendan sus computadores vayan directo hacia él: http://www.a9.com/ y juro que esta ponencia no está esponsorizada por Amazon.com.
Todavía no está disponible, pero Google, como siempre quiere dar batalla y también está siendo original. La división Google libros quiere resucitar los libros que se des-catalogan año a año y decirnos dónde encontrarlos. Un 75 por ciento de los trece millones de libros que se producen al año en el mundo se olvidan o desaparecen, aseguran responsables del buscador y no hay motivos para no creerles. Estos libros ni quedan para el dominio público ni se vuelven a imprimir. Google asegura que puede "sacarlos de ese limbo", según Marco Marinucci, director de Desarrollo Internacional de Google Books.
Este genovés, que fue editor en Estados Unidos y ahora es responsable del buscador de libros de Google, ha estado en un foro de debate sobre el futuro del libro en Madrid junto a otros expertos internacionales
"La idea consiste en hacerse con todos los canales posibles de información para dar relevancia a los libros y que los usuarios se enteren no sólo de que lo que buscan existe, sino de dónde pueden encontrarlo", ha indicado Marinucci sobre Google Books, que desde su punto de vista "puede cambiar en el futuro todo el mundo de la edición".
Marinucci ha destacado que "la industria editorial empieza a comprender que tiene herramientas digitales para manejar el futuro". También ha aclarado que Google es "una empresa pública y global que respeta las leyes y los derechos de autor de cada país".
Miles de editoriales están ya en la base de datos Google que, con este proyecto, empieza a reorganizar su distribución dando una visibilidad al libro en los mercados que antes no podía alcanzar. Además, cuenta con dos canales distintos, uno para editoriales y otro para bibliotecas, que poco a poco se suman al proyecto.
Google Books nació a finales de 2004, pero en Europa se dieron los primeros pasos el año pasado. Para Marinucci "aún estamos en la primera fase, educativa", que consiste en "hacer visible el patrimonio de conocimientos de la humanidad y salvaguardarlo". En cada país se están llevando adelante acuerdos para respetar tanto los derechos de edición como de autor, el verdadero talón de Aquiles para dar vía libre a este proyecto.
Para Google, todos ganan con Google libros. Las editoriales porque se da visibilidad a los libros; los autores porque sus libros se ponen al alcance de más usuarios; Google, porque aumenta el tráfico en su sitio web. Y si los derechos realmente se respetan aquí tendremos una nueva herramienta para acceder a contenidos discontinuados en librerías.

En el plano de la información, los diarios, al darse cuenta de que con sus servicios gratuitos estaban convirtiéndose en competidores de ellos mismos, tuvieron que empezar a generar nuevos contenidos y acotaron la información difundida gratuitamente. Hoy casi todos los diarios del mundo ofrecen su versión impresa fragmentada. Un parte es de acceso público y otra es de acceso a través del pago de una suscripción. O por lo menos para acceder gratuitamente a todo su contenido exigen un registro minucioso. No cobran en dinero, cobran en información, la de nuestros datos para luego vendernos otros productos. Pero aún sabiendo esto y porque lo sabemos es que podemos usarlos a nuestro favor.
De todos modos, todos generaron una versión autónoma para la red que cuenta con una cantidad de servicios nada despreciables: la actualización de las noticias en tiempo real, las alertas que se pueden recibir en nuestro programa de correo luego de inscribirse gratuitamente en las mismas y contenidos exclusivos para la red, generalmente interactivos, enredados con otros links, que llevan a otros sitios y abren un panorama de lecturas que los diarios impresos no dan. El diario impreso y el diario on line se han convertido al día de hoy en dos objetos diferenciados. El diario para el cual escribo lo demuestra claramente. Una cosa es su edición de papel y otra su edición on line: otro diseño, otras prioridades, otros periodistas, otros jefes, otros espacios de trabajo, otra velocidad. Nada puede caducar on line: muchas veces el diario de papel ya nace viejo si algo sucedió durante la madrugada.
En este aspecto es donde más puntos suma la red.


Hasta aquí la red y la lectura parecerían ser un asunto de otros, donde nosotros, usuarios, permanecemos pasivos: surfeando, buscando, olfateando, siendo gimnastas de nuestras mejores intuiciones.

Pero todo esto cambió cuando nos dimos cuenta que el concepto usuario no sólo significaba navegar y buscar; nuevas herramientas se crearon a partir de los softwares libres –un tema que merece toda una intervención aparte- a partir de los cuales primero se revolucionó el campo de la información y de allí también se contagió benignamente la literatura generando otros hábitos no sólo de escritura sino también de lectura.

Con la aparición del blog o bitácora cada usuario puede gratuitamente armar su página, escribir, subir información, ser productor de sus propias noticias, difundir sus propios textos sin mediación de empresas y del llamado mainstream. Internet generó lugar para la lectura y la escritura de la resistencia. El programa de carga gratuita Blogger, el más utilizado en español y generado por Google, permite que cualquiera arme su propia página en pocos minutos, literalmente y en tres pasos sencillos. En el sitio www.blogger.com/start lo explica.

Antes de que naciera el programa Blogger, el blog como concepto de resistencia ya existía. El primer portal de contra información se llamó Indymedia, nació hace ya hace 5 años y todavía funciona, en cada país del mundo, en cada idioma, todo están interrelacionados. Indymedia privilegió el upload sobre el download. Es decir la subida de la información a la bajada de la misma. Todos podemos y debemos ser testigos, estar atentos, contar las historias que vemos: ser cronistas de nuestro tiempo, alertas, comprometidos, denunciantes: indymedia creó una red de estructura horizontal, no vertical y esto aunque se genera en la lectura y en la escritura va más allá de ella ya que promueve en sí misma modos de organización social estructurados horizontalmente: un verdadero giro de 180 grados. Este fenómeno que nació en la red y con las posibilidades que daban sus softwares libres bajaron a la realidad creando un número considerable de colectivos de estudios, de escritura, de creación, de lectura y formación con esta estructura horizontal y tendiente al éxodo, es decir todo un mundo que puede manifestarse más allá del paraíso falso que espera ofrecernos la supuesta pertenencia a la sociedad organizada, siempre por otros.
Podemos ejemplificar el alcance de lo que acabo de explicar con lo que hoy está sucediendo en el Líbano. Son los propios libaneses sobrevivientes las mejores fuentes de información de los que sucede día a día en el país. Y esto es por dos motivos: porque están allí resistiendo y porque al no tener la distancia o el estupor que podría atrapar a cualquier corresponsal, nos dan una visión única y descarnada: ellos son las víctimas, no los observadores de las víctimas.
Así lo demuestra el blog del joven dibujante y músico libanés, residente en Beirut, Kerbaj Mazen, que día a día ilustra con sus dibujos lo que va sucediendo en el ataque israelí al Líbano, además de acompañarlo con sus textos escritos desde lo más hondo de su sentimiento de ser un artista en un país asediado.
La CNN o la BBC no son la fuente para saber lo que sucede hoy en el Líbano –como tampoco lo fueron durante el huracán Katrina o durante los atentados al metro de Londres-. Estos medios o llegan tarde, o tienen una perspectiva lejana o por lo menos cargada de los intereses de los dueños de los medios.
Todos ya debemos conocer Youtube.com (literalmente se traduce del inglés como “vos transmitís”). Es un sitio donde cualquiera que tenga un teléfono dotado de cámara de video o una camarita de video de cualquier tipo y un cable colgado a su computadora puede subir el video que quiera: desde películas caseras, visitas a museos o reportes de guerra.
Hoy en Youtube está colgado un video que empieza diciendo justamente: “Aquellos afortunados que no han vivido una guerra quizá creen entender lo que es mirando la CNN, la BBC, o leyendo la prensa. Este video es un intento de dar una visión más realista del terror que supone un conflicto como éste para civiles inocentes y para los niños”. El video que lo acompaña es una producción casera hecha desde el balcón de un edificio por un vecino de Beirut. En las imágenes se ve y se oye una noche libanesa, la del 16 de julio: silencio durante unos segundos, luego un rayo, una tremenda explosión y luego otra. No hay más que eso. Su autor es Mohamed Soubra, un chico de 27 años. Por otra parte, al día siguiente, una chica israelí de Haifa, Gayfa, corre hacia un refugio cuando las sirenas empiezan a sonar, tiene una cámara de video sobre su mesa, la toma y con ella respira la corrida de 21 segundos hasta el refugio, luego la sube a la red a través del sitio Youtube.com Aquí tenemos la guerra en directo contada por quienes la sufren en el momento que la sufren, con un delay de segundos con respecto a la vida real: ni la prensa escrita ni la online han logrado semejante cosa.

A9.com, Googlelibros, Blogger, YouTube y sus transmisiones de video, son herramientas de trabajo imprescindibles para encontrar una perspectiva más inmediata del mundo, no superpuesta a la de los libros u otros medios impresos: sumada a ellos, ya a esta altura de la historia como parte imprescindible de nuestra cultura de lectores despabilados, actualizados y atentos.

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21.8.06

LA BLOGOSFERA: espacio de diversidad y resistencia

Cristina Civale, escritora y periodista cultural argentina. Leído en mayo del 2006, en Madrid.

Si internet es la red de redes, la llamada "blogósfera" es la que parece no tener límite; en sus entrañas, ya hay 37 millones de blogs o diarios virtuales en la red, y crecen a un ritmo de uno por segundo.
Technorati, una empresa que se dedica a la original tarea de llevar cuenta de los blogs que se crean en internet es la avala esta cifra. También informa que el tamaño de la blogósfera es 60 veces mayor ahora que tres años atrás
Esto indicaría que la cantidad de diarios virtuales se duplica cada cinco meses y que la tendencia iniciada en el comienzo de este siglo parece no detenerse.
La burbuja en que se ha transformado la blogósfera no ha hecho más que disparar los ingresos a varios de los servicios que proveen blogs en forma gratuita: MSN Spaces, Blogger, LiveJournal, AOL Journals, WordPress y Movable Type entre otros.
El 13 por ciento de los blogs detectados por Technorati se actualizan al menos una vez por semana y el 55% de los poseedores de diarios virtuales todavía los mantienen tres meses después de lanzar su espacio.
Pero eso no es todo, los blogs evolucionan, se transforman. Ahora ya existen los fotoblogs o moblogs, donde se pueden apreciar imágenes además de texto.
Los blogs, o diarios virtuales, están ganando cada vez más terreno en el mercado de la información, con Yahoo incluyendo blogs en su sistema de búsqueda de noticias.
La decisión del gigante reabrió el debate sobre qué constituye un artículo noticioso y hasta qué punto los blogs son una fuente con valor noticioso como el material que producen periodistas profesionales.
El número de los "periodistas ciudadanos" que comunican información a través de sus blogs ha crecido tan rápidamente que ahora sus aportes están influyendo en la forma de cubrir noticias por parte de los medios tradicionales.Y es que el contenido generado por los propios usuarios ha demostrado ser clave al producir noticias de último minuto.
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Los planes de Yahoo incluyen la publicación de fotos tomadas por los usuarios con la idea de mejorar su oferta de noticias.

"La prensa tradicional no tiene ni el tiempo ni los recursos para cubrir todas las noticias", dijo Jeff Redfern, director de productos del buscador Yahoo.
Los blogs han demostrado su valor como fuentes de información en los últimos tiempos, especialmente luego del huracán Katrina en Estados Unidos.
Como muchos de los negocios que distribuyen la prensa escrita cerraron debido a la emergencia, la gente se volcó a los blogs para conseguir información sobre lo que estaba ocurriendo.
El sitio web de la BBC utilizó fotografías y videos enviados por el público en su cobertura de los atentados que afectaron a Londres el 7 de julio del año pasado.
Pete Clifton, editor de la BBC, cree que los blogs se han convertido en un actor clave.
"Incluir el valor de lo que la gente sabe, y lo que están diciendo, debería ser un eje central de cualquier sitio de noticias en estos días".
A su juicio, que los lectores tengan acceso al material generado por los blogs, es otra forma de hacer las cosas.
"No creo que los blogs vayan a opacar a las fuentes confiables de noticias como la BBC. Pero ambos pueden coexistir sin problemas, siempre que los lectores tengan clara la diferencia", dijo Clifton.
¿Son los blogs una amenaza a la prensa?
El sistema de búsqueda de noticias de Yahoo no va a borrar los límites entre los artículos profesionalmente editados y los generados por un blog.
Los lectores encontrarán primero vínculos a las 10 noticias más importantes de los medios establecidos y luego las entradas a blogs creados por los mismos lectores.
"Lo que hacemos es separar la prensa tradicional de los contenidos generados por los propios usuarios", aclaró el representante de Yahoo.
Y no es la única compañía. Las grandes firmas están adaptando sus estrategias para integrar los blogs a su oferta. En septiembre el buscador Google lanzó su propio buscador de blogs.
A comienzos de octubre, AOL compró la compañía líder de diarios Web Weblogs Inc.
Hoy la mayoría de los diarios europeos tienen a sus bloggers estrellas que parecen no animarse a colgarse solos y todavía actúan como empleados de una empresa cobrando sueldos o por hit, es decir por cantidad de visitantes. El espíritu del blogger puede empezar, de este modo, a corromperse y a generar jerarquías entre los bloggers: repitiendo los movimientos del mercado que dejaron fuera con su creación, repitiendo en el mundo virtual lo que sucede en el mundo real.

Es obvia la importancia de la evolución de la tecnología en la multiplicación de los weblogs. Pero personalmente considero que su desparramo tiene que ver con un fenómeno menos feliz: los sabotajes de la economía neoliberal en la áreas de comunicación del llamado mainstream. La economía neoliberal dejó fuera de combate a gran cantidad de profesionales, impulsó la emigración, el nomadismo, gente yendo y viniendo de un lugar a otro, de un lugar geográfico concreto lejano a otro todavía más lejano. Los blogs se convirtieron en un territorio donde todos estamos en el mismo lugar y a la misma hora, donde las fronteras se desdibujan, donde la nostalgia por mi patria querida no tiene lugar porque está ahí en la red. Donde la libertad expresión permitida por la libertad de empresa del medio en el que uno, periodista quizá, trabajaba ya no importa: tengo mi blog, escribo lo que quiero con la extensión que se me ocurre, a la hora que puedo. Posteo y permito que me contesten, dejo que me conozcan, cuelgo sobre mí el perfil que quiero la foto en la que salgo más linda o más bizarra, la que elijo. El blog se convirtió sobre todo, y ese es el fenómeno que más interesa de su existencia, en un arma de resistencia. Ya nadie puede quedarse afuera aunque la economía neoliberal lo expulse. Ni siquiera hace falta tener una computadora: desde un locutorio en 15 minutos se puede armar un weblog y sobra el tiempo, desde el mismo lugar se puede actualizar a diario.
Las voces se multiplican: no tengo que enterarme por CNN o por Canal Plus o el telediario de turno de cada país que está sucediendo en el mundo.
Indymedia, fue el primer blog colectivo de comunicación, con una expansión que abarca literalmente a todos los países del mundo, en todos los idiomas, cualquiera puede subir una información, una crónica, una fotografía, un dibujo, dar una versión de los hechos. Los blogs permiten subir información a todos: todos somos cronistas, todos tenemos que estar atentos, tenemos la posibilidad de convertirnos en relatores de lo que sucede y no esperar a que lo filtren, edulcoren o standaricen los medios de comunicación. El download fue reemplazado por el upload. Ya no es tan importante el movimiento de bajar información como el de subirla. La actitud pasiva del primer surfista, buscador desaforado; ahora se convierte en activa, concentrada y cobra el sentido de lo que cada uno quiero comunicar. Es más responsable porque no sólo miro, ahora digo sin ningún otro filtro más que mi propia limitación para decir.

La bofetada al mainstream es el fenómeno a destacar.
Desde Indymedia como bastión de la contra información, hasta el blog del comandante Marcos, hasta el de Bruna, hoy por hoy la bloggera más famosa de América Latina a la que su blog le cambió literalmente la vida o el de los miles de bloggs que en Irán hacen frente al amordazamiento de la prensa escrita.
Y voy a detenerme para terminar, a contar brevemente dos historias.

La brasilera Bruna Surfistinha –su nombre verdadero es Raquel Pacheco- consolidó su fama cuando la editorial brasilera Panda Books publicó su libro “El dulce veneno del escorpión” en donde ella cuenta, muy detalladamente, sus experiencias en el mundo de la prostitución: citas con hombres y mujeres, parejas, orgías y prácticas swinger. En Brasil, a una semana de publicación, la novela llevaba vendidos 10 mil ejemplares y hoy lleva vendidos más 110 mil ejemplares. La parte más jugosa de la historia la tiene a Bruna como una blogger dedicada: desde El diario de Bruna Sufistinha (su apellido de fantasía hace referencia al acto de surfear, traducido sería Bruna la pequeña surfista) ella se dedicó a registrar sus encuentros sexuales, que después se convirtieron en el éxito editorial del momento. Fue un periodista de la editorial Panda el que entró a su página y se enteró de que la chica, que comenzó a ponerle precio a su cuerpo a los 17 años. Luego de una pelea con su padre empezó a urdir su huida, comenzó a recorrer clubes de masajes, saunas y clubes hasta que encontró el lugar donde comenzaría a trabajar por horas alquilando su cuerpo. En el blog además de relatar día por día sus encuentros, con links como “perfil del cliente”, “estilo del encuentro “y “dato curioso” incluidos, contó también había comenzado a escribir un libro. Luego de dos años de trabajar en clubes, se independiza y decide abrir un blog que actualiza religiosamente cada noche en su piso de San Pablo donde recibe como media 5 clientes por día. Todo es anónimo, no menciona el nombre de sus clientes porque como ella dice “puedo ser puta pero no chantajista”. Bruna escribe bien, parece sincera, cuenta los altibajos de su trabajo y psicoanaliza a los hombres. La mayoría de las veces cuenta que termina ella misma tan satisfecha sexualmente como sus clientes, entre sus orgasmos y los de los clientes existe una paridad absoluta. Bruna no es una prostituta que sufre, es una mujer que goza y este morbo quizá haya sido el éxito de su blog.
Además de los post de Bruna estaban los post de los clientes que confirmaban lo que ella contaba y la recomendaban vehementemente.
Fue en su mismo blog que Bruna anunció su retiro a finales de 2005. Se había enamorado de un cliente, había ahorrado dinero y tenía el proyecto del libro. Se compara a sí misma con el personaje de Mujer bonita, a la que considera un calco de su propia vida.
El blog hoy ya no tiene los relatos calientes de otros tiempos, se convirtió en un diario de viaje, en la bitácora de una celebridad, donde narra las entrevistas con los distintos medios para promocionar su libro. El hit fue la publicación a principios de mayo de una nota en el New York Times.
Bruna ahora es Raquel. La entrevisto en BsAs a la que visitó a principios de este mes en ocasión de la Feria del libro. Su novio está al control de todo, con una laptop, en una mesa del bar, muy cerca de su chica. Es paradójico: el blog la liberó de un chulo pero el amor parece se lo trajo incorporado.
Raquel cuenta la cronología de los hechos: primero comenzaron las citas, y luego de dos años vino el blog. “Fue una noche que yo estaba buscando blogs de prostitutas para comparar mi vida con la de algunas otras chicas, y no había. Entonces tuve la idea de crear el primer blog de Brasil. Pensaba que ya había uno en Europa... pero nunca esperé que fuera a salir todo tan bien”, me dijo. Según esta muchacha de ojos oscuros y labios pulposos, el blog la ayudó a desahogarse y a quietar su soledad: “Para mí fue como si hubiese nacido un amigo virtual. Al comienzo fue un poco extraño, porque nunca había compartido mi vida íntima con nadie”. A los pocos días de inaugurada su página, el número de visitantes comenzó a crecer. Cada día más personas tenían curiosidad por saber cómo era la vida de una prostituta. Al comienzo, en el blog no había fotos ni teléfono. Sólo los pormenores de sus andanzas y una dirección de mail para contactarse con ella. “Pero como recibí muchos mails de personas que dudaban de que yo era prostituta, creían que era un hombre, y que fantaseaba todas las historias, entonces decidí poner fotos y teléfono para probarles que existía y tenía citas de verdad. Ahí me di cuenta de que podía juntar mi técnica de escribir con el marketing, como un medio para conquistar clientes”. Así, una vez que Bruna dejó de trabajar en prostíbulos, comenzó a arreglar sus citas a través de su blog: “La mayoría de mis clientes, ¡eran también lectores del blog!”.
“Cuando dejé de prostituirme y de relatar mi vida sexual como prostituta, el número de visitantes cayó mucho, más de la mitad. Pero después, cuando saqué el libro, el número se triplicó”, comenta. Por las dudas, Bruna ya comenzó a escribir su segundo libro, que se publicará antes de que termine el 2006. Será algo así como la continuación del primero, mechado con algo de autoayuda y un mezcladito de varios temas polémicos. Aunque dice que no ganó fortunas con la exposición mediática, porque “cuando me empezaron a llamar de todos los programas de TV brasileros por mi libro, yo ya había dejado de prostituirme. En esa época sí que podría haber aprovechado para cobrar los turnos caros, pero yo ya me había salido”, explica.
Bruna se considera una persona afortunada. La mayoría de los finales de las trabajadoras sexuales no terminan bien: muchas terminan más pobres de lo que eran cuando comenzaron, otras mueren de sida o son asesinadas por sus clientes.
Bruna dice que está “definitivamente retirada” de la prostitución. Sueña con ser psicóloga y para eso está terminando el secundario. Hoy tiene 21 años. Según ella, el aprendizaje de esos tres años de sexo, drogas y más sexo fue poder comenzar a respetar las diferencias del ser humano, ya que antes no aceptaba a las personas que tenían una forma de vida diferente de la suya. “Aprendí que nadie es mejor que nadie, que todos estamos aquí por el mismo motivo y que no podemos estar juzgando todo el tiempo a las personas”.


Blogs: la nueva revolución iraní
Para contactar mujeres que aman el fútbol en Irán, BBC Mundo se puso en contacto con Hossein Derakhshan, cuyo blog o diario en internet es seguido por miles de jóvenes en Irán.
Derakhshan señala que su diario en persa es leído por más de 20.000 personas cada día.
Asegura además que los blogs están ofreciendo un espacio único de comunicación y han jugado un papel clave en la polémica por la prohibición del ingreso de mujeres a los estadios de fútbol, tema candente a partir del próximo mundial que se celebrará en Alemania.

En Irán según Hossein hay más de 700.000 blogs en persa, de acuerdo al BlogHerald. Los blogs son tan populares entre los jóvenes que cuando se conocen entre ellos intercambian sus direcciones de blog.

Desde estudiantes de arte moderno en el norte de Teherán hasta los estudiantes de las escueles religiosas de la ciudad de Qom. Desde los jóvenes que quieren ser mártires hasta los políticos reformistas. Todos ellos encuentran en los blogs un canal útil para comunicarse, socializar y distribuir su mensaje.
La educación superior en Irán es aún gratis y abierta a la gente de menores recursos. Muchos jóvenes entran al mundo de los blogs en los laboratorios de informática de sus centros de estudio. El acceso a internet está generalizado y hay ahora unos 7,5 millones de usuarios en el país. Podría decir incluso que leer o escribir blogs es uno de los principales motivos por el que los iraníes pagan por acceso a la red. Obviamente, después de la pornografía.
De acuerdo a un blogger, la gente joven ahora chatea menos y "bloguea" más.
Publicar blogs se ha vuelto tan común, que incluso el nuevo gobierno ha establecido una oficina en el Ministerio de Cultura, paralela a la oficina de prensa, que diseña e implementa políticas en relación a los blogs.
Los blogs son ahora este espacio único en el que puede darse un debate equitativo, interactivo y colectivo, fuera del control del gobierno, y entre individuos que muchas veces son referencia para la gente a su alrededor.


Y quizá en las palabras de estas mujeres se resuma lo que los blogs hacen por nosotros. Porque el blog es el espacio sin prohibiciones para que tengan voz aquellos que la han perdido, o a los que se la han arrebatado o a los que los han discriminado o los que eligen ser sus propios patrones transitando el camino quizá menos seguro pero sí más libre de la autogestión. Ojalá el formato del blog resista los embates de institucionalización y pueda seguir siendo la vanguardia virtual de la resistencia y de las voces sin pasteurizar.

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7.8.06

LOS ESCRITORES EN DESUSO

Ermanno Cavazzoni, escritor italiano (1947). De su libro: Los Escritores Inútiles, Emecé, traducción de Guillermo Piro
Las editoriales mantienen escritores en desuso a quienes les encargan la lectura de las novelas dactilografiadas que reciben para que emitan juicio. Estos escritores en desuso son mantenidos en secreto para que no puedan ser corrompidos con regalos, dinero o chantajes sexuales por parte de los aspirantes a escritores. De hecho representan el lado oscuro de las editoriales, que en relación a este tema se muestran evasivas, incluso si los escritores en desuso tienen la tarea fundamental de señalar las mejores novelas que, una vez impresas, serán la jactancia de las editoriales y su fuente de sustento económico. Sin embargo,
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a menudo los escritores son unos pobres tipos que no tienen ninguna posibilidad en la vida, salvo este trabajo ignorado y, a decir verdad, inútil: porque si una editorial recibe una novela buena, o bien lograda, o una obra maestra, enseguida todos se dan cuenta, incluso los más escépticos y desilusionados, incluso quien ya está cansado de cualquier cosa impresa, hasta el editor en persona se da cuenta; porque basta leer una línea cualquiera que enseguida nace la euforia editorial; todos se pasan de revoluciones y se lanzan por las escaleras convocando reuniones un poco en cualquier lado; los correctores de pruebas se vuelven locuaces, el teléfono suena todo el tiempo y la telefonista es arrebatada por el viento de la excitación libresca; también las oficinas desperdigadas en los cuartitos que están debajo de las escaleras, en los depósitos o en los apartados rincones de ínfima categoría encuentran una razón para su existencia, y se difunde por los pasillos, por los ascensores, en los vanos de las escaleras, incluso entre una puerta y otra el dinamismo editorial, que vuelve a despertar el originario idealismo de la estirpe empresaria, hasta en aquellos que habitualmente condenan en silencio el decadente presente y añoran la vida polígrafa e intelectual de otro tiempo. Por lo tanto en estos casos es inútil recurrir a un escritor en desuso; a éstos sólo se les manda los escritos deprimentes que nadie en la editorial tiene el coraje de leer. Así que los escritores en desuso, abandonados a sí mismos en medio del papel dactilografiado, siempre a punto de dormirse, pasan días que parecen noches redactando informes de tono deprimente que nadie leerá nunca, madurando su típico temperamento funerario.
Pero a veces sucede que los aspirantes a escritores asedian una editorial y son enviados por un editor vil o por un redactor venal a la dirección de un pobre escritor en desuso, el cual es tomado por asalto y acusado de negligencia y de sabotaje a la literatura moderna.
Un escritor en desuso fue rodeado en el sótano donde vivía por quince aspirantes a escritores impacientes y criminales y amenazado violentamente de muerte. Pero el escritor en desuso respondió que él ya estaba muerto hacía más de veinte años y que la que lo había matado era la editorial. Que hicieran lo que quisieran. Después dijo que en su juventud él también había aspirado, aunque ya no sabía decir a qué; se había visto como arrebatado por el viento de la actividad editorial, que entre todos los vientos es el más genérico y el más desesperado. Cuando su viento poco a poco se calmó, encontró que ya hacía tiempo estaba sepultado en el sótano, donde seguía pagando todas las vehementes aspiraciones de su juventud. Es verdad que ahora dormía mucho. En lo que a él se refería, consideraba a los aspirantes a escritores como demonios que lo torturaban permanentemente con sus originales dactilografiados, y consideraba a la editorial como Lucifer, que los generaba y se los tiraba encima. ¿De qué muerte, entonces, estaban hablando, dado que él ya era un alma muerta entre las penas del más allá?
Este discurso sirvió para calmar a los agitadores y dispersarlos. Pero un aspirante a escritor un poco psicótico y un poco psicoanalista, interpretando sus palabras como palabras confusas dichas por un pervertido y pensando que podía resultarle placentero, se detuvo melifluamente a conversar, y tanto hizo que lo sodomizó. Al escritor en desuso la sodomía no le gustaba; como no le gustaban ciertas aspirantes a escritoras que intentaban una relación sexual a través del lápiz labial del que tenían la boca saturada; o ciertas aspirantes a escritoras, mandadas e instigadas en su contra por el vil editor, que entraban en su nicho del sótano llevando personalmente sus originales y fumando, y después respirándole encima con su femenina fragancia para corromperlo. Porque el vicio, el desenfreno, la sodomía, los coitos impropios, la bestialidad, además de los halagos, están muy en uso entre los modernos aspirantes a escritores.

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EL SECRETO

de Pablo De Santis, escritor argentino.

No recuerdo cuándo oí por primera vez el nombre de Ferrol, ni cuándo apareció mi afición por sus esculturas exactas, perfectas, vivas. Sin darme cuenta, había empezado a coleccionar los recortes que hablaban de él; después me dediqué a visitar los depósitos del museo donde dormían sus obras, y a rastrear esculturas perdidas en parques escondidos. En vano me enfurecía contra las modas que desterraban la perfección de la figura humana al territorio de la habilidad manual, para exaltar como arte verdadero sólo lo que encerraba alguna rancia novedad, alguna sorpresa repetida.
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Fueron tantas las veces que dejé mi nombre en el libro de visitas de sus muestras; tantas las veces que escribí cartas iracundas a revistas de arte (que siempre cerraban antes de poder publicar mis comentarios) que me pareció natural que Ferrol se pusiera en contacto conmigo. Me envió una carta: era fama que jamás usaba el teléfono y que nunca se dejaba ver; y yo me había acostumbrado a pensar en él como en alguien muerto mucho tiempo atrás. El mensaje consistía en unas pocas líneas en las que me invitaba a pasar unos días en una casa de veraneo, junto a la laguna de Santa Olivia, en algún rincón del oeste de la provincia de Buenos Aires. Al pie de la carta había dibujado un boceto de plano, para que no me perdiera.
Después de un viaje de cuatro horas el tren me dejó en una estación ruinosa. Un perro dormía entre unos yuyos altos, y no había otro ser vivo en los alrededores. Caminé con mi valija de cuero siguiendo el recorrido dibujado por Ferrol: un galpón, unos sauces, un molino de viento, un bosque...Por unos minutos, me creí perdido, hasta que reconocí la casa del dibujo. En el jardín crecían informes macizos de hortensias, con las flores quemadas por la helada; más allá se veía un muelle casi derrumbado, con dos botes pintados de amarillo que flotaban entre los juncos.
Golpeé a la puerta y salieron a recibirme un hombre y una mujer. Durante los primeros segundos sólo vi a la mujer. En dos o tres de las conferencias que yo había dado sobre la obra de Ferrol ella había estado presente, siempre en primera fila (en primera y única fila). Había tratado de hablar con ella, pero desaparecía tan pronto como yo daba por terminada la conferencia; alguien me salía al paso para preguntarme una trivialidad y me impedía salir en su búsqueda.
También el otro hombre me parecía conocido de exposiciones o de conferencias. Dieron sus nombres: Livia Rivas, Julio Esden.
-¿Son los dueños de casa?- les pregunté.
-No, invitados como usted. Pero hace dos días que llegamos.
-¿Y Ferrol?
-No apareció. Está en Roma. Dejó mensajes para todos.
-Nos hace venir y él no viene. - Estaba decepcionado y miré con rencor a los otros dos, como si ellos tuvieran algo de culpa por la ausencia de Ferrol.
-Los artistas son excéntricos- dijo Livia, y se mordió el labio inferior, arrepentida de haber hecho el comentario de una señora de barrio. A mí no me molestó.
Tonto y vanidoso, pensé: ahora que llegué, seguro que aparece Ferrol, como si mi sola presencia modificara la realidad.
Livia me guió a mi cuarto, que estaba junto al suyo. No sabía si el orden lo había dispuesto Ferrol, o ella o la casualidad. Ya solo, y sentado en mi cama, abrí el sobre que me estaba destinado.
"Estimado Emilio:
Asuntos urgentes me obligan a partir. Le ruego que me espere y que disfrute de estas vacaciones. En pocos días nos encontraremos.
No vaya al lago. El agua parece calma, pero de la nada surgen enormes olas que se tragan a los botes.
Suyo
T. Ferrol".
La casa estaba provista de alimentos sofisticados: mariscos congelados, frascos de caviar rojo, conservas de ciervo y jabalí. Podíamos dedicarnos a pasear, a conversar y a comer, mientras esperábamos al maestro. Esner propuso un viaje en bote, y dije que no: Ferrol lo había advertido.
-Tengo experiencia. Por peligroso que sea el lago, no va a pasar nada si vamos cerca de la orilla. ¿O cree que hay un monstruo oculto en las profundidades?
No le respondí. Livia también se negó a ir y Esner partió solo, remando vigorosamente y alejándose de la orilla, para demostrar que no tenía miedo a nada. Como suele ocurrir en las embarcaciones de madera, entraba agua por las junturas del casco. Esner se vio obligado a detener el paseo para achicar el agua con una lata.
Durante los dos días siguientes dimos largas caminatas por los alrededores. Yo trataba de descubrir sola a Livia, pero siempre aparecía Esner. El ocio, la naturaleza, el lago, Livia, todo era un paraíso; pero la presencia de Esner, me devolvía a la realidad. En el mejor restaurante del mundo descubrimos a un viejo conocido que nos amarga la velada; en las mejores vacaciones, recordamos que no cerramos la llave de gas; y en un momento de éxtasis nos agarra un calambre.
Los tres hablábamos de Ferrol, como si no quisiéramos decir nada de nosotros. Era evidente que si disponíamos de tanto tiempo para estar allí era porque nadie nos echaba de menos en ninguna parte. Esner recordó la novela Diez indiecitos , donde una serie de personajes invitados a una isla comienzan a ser asesinados, castigados por viejos pecados.
-Pero esto no es una isla - dijo Livia.
-Y además no tenemos pecados que expiar - dije yo, no muy convencido.
Esa misma noche, Livia golpeó la puerta de mi cuarto. La hice pasar y nos besamos y fuimos a la cama sin decir una palabra. Al principio nos movíamos suavemente, para evitar que la cama hiciera crujir el piso de madera, pero después nos olvidamos de toda precaución.

Cuando despertamos, Esner no estaba. Había llovido durante la noche, y unas huellas confusas, no del todo borradas, parecían llevar a la orilla. Noté que faltaba uno de los botes. Imaginé a Esner celoso y decepcionado, remando con energía para alcanzar el centro del lago, oculto en la niebla.
Finalmente solos, caminamos por el bosque que rodeaba a la casa. Toqué cada árbol; mis dedos recorrían la corteza, que parecía un traje puesto de apuro sobre la madera lisa y clara. Hundí los dedos en la miel que encerraba la madera y los llevé a la boca. Cada veinte o treinta metros, Livia se detenía a atar los cordones de sus zapatillas, hasta que me agaché frente a ella para hacer dos nudos que ya no se deshicieron.
A la noche Esner no había regresado y nos alarmamos. El único teléfono que había en la casa estaba sin línea. Livia me pidió que buscara ayuda, pero rechacé la propuesta:
-Esperemos hasta mañana. Quizás está resentido; quizás se fue al hotel del pueblo y quiere asustarnos.
-¿Y si se ahogó? El bote no está.
-Lo debe haber amarrado entre los árboles. El agua está quieta, parece un estanque. ¿Como podría haberse ahogado?
Mientras ella ese duchaba me acerqué a la ventana y limpié con la mano el vidrio empañado. Bajo la luz de la luna, el lago parecía congelado. Pronto descubrí que algo se movía: el bote vacío avanzaba lentamente, a la deriva, empujado por la brisa nocturna. Los remos colgaban de los toletes, con las palas en el agua. Corrí la cortina y me dispuse a encender el fuego.

Mientras cocinaba unos tallarines, pensé en distintos argumentos para evitar que Livia insistiera en pedir ayuda. Pero no fue necesario, porque ella misma desistió de su propósito, sin explicarme por qué. Vivíamos en una parcela del mundo regida por un dios menor que manejaba las cosas sin hacer caso de nuestra voluntad. Eso nos libraba de la fastidiosa tarea de decidir.
A la mañana le llevé el desayunó a la cama. Tomó la mitad del café, pero no probó las tostadas. Se puso un vestido floreado y un abrigo y me advirtió que no la siguiera, que quería caminar sola. El cambiante humor de las mujeres no era para mi ninguna novedad; así que la dejé marchar.
A la noche, Livia todavía no había regresado. Sentí celos, como si la desaparición de Esner y de Livia de alguna manera los uniera en un complot organizado por el invisible Ferrol con ayuda de botes, del bosque y de los macizos de hortensias. Después de explorar los alrededores me quedé a esperar junto a la ventana, frente a una taza de café. Me quedé dormido en el sillón del comedor, con la luz encendida. En un momento de la noche desperté pronunciando su nombre, porque me pareció que golpeaban a la puerta; pero eran las ramas de un árbol.
Al amanecer salí tambaleante a recorrer el bosque. Esperaba con ansiedad que los dos, o quizás los tres, salieran de entre los árboles: su risa y su burla hubieran sido una bendición. Hubo un momento en que decidí pedir ayuda en el pueblo, pero a mitad de camino me arrepentí. Estaba seguro de que nadie podía ayudarme.

Ferrol apareció a la mañana siguiente. Lo reconocí de inmediato, en parte por las fotografías, en parte porque en ningún momento había dejado de esperarlo. Debía ser viejo, pero no había en él ningún rasgo de debilidad. Tenía la piel pegada a los huesos de la cara. Parecía llegar de lejos; sus ropas, ligeramente extravagantes, me recordaron a un explorador. Estaban sucias de polvo, como si hubiera venido caminando a través de un desierto. Tenía muchas preguntas para hacerle, que se resumían en una sola pregunta, que ya no era capaz de hacer. Me hizo una señal para que echara a caminar con él, y dejé que me guiara por el bosque. El silbaba una canción conocida, que traté en vano de recordar.
Ferrol se detuvo en un claro, frente a una estatua de mármol que representaba a Livia, que era Livia. Estaba desnuda: a sus pies había quedado la ropa que ya no necesitaba. Toqué con incredulidad el vestido floreado como para comprobar que fuera el mismo que Livia se había puesto en la mañana. Olí el perfume de ella en el vestido, pero no en el mármol.
Ferrol se acercó para tocar la estatua, pero mi presencia lo inhibió.
-Trabajé durante años para darles vida y cuando lo conseguí me puse a llorar, porque sabía que el sortilegio tenía un plazo, y que llegaría un momento en que volverían al origen.
Acaricié la piel helada de Livia, con la esperanza de encontrar un mínimo movimiento, un latido.
Traté de odiar al viejo, pero mi voz sonó apagada, sin rencor:
-Si tuvo ese poder, puede hacerlo de nuevo.
-Ya no soy mago. El único poder que me queda es la paciencia. Hubiera preferido morir antes; morir sabiendo que me sobrevivían, que seguían caminando por el mundo. Que eran perfectos, y por eso, capaces de cometer errores.
-¿Por qué todavía estoy vivo?
-A usted lo tallé en madera. Pensé que sería el primero en regresar. Ya ve que no. Creía que todo el misterio estaba en los sortilegios, pero es el secreto de los materiales lo que nunca se termina de descubrir.

A lo largo del día pregunté a Ferrol por el largo proceso; pero me pareció que él, que lo había ejecutado, sabía tan poco como yo. Habló de polvorientos tratados, de experimentos fallidos y vagamente atroces, de un viejo maestro egipcio que le hablaba por señas, porque le habían cortado la lengua. Sus explicaciones eran confusas; recordaba las cosas de modo entrecortado, como se recuerdan los sueños. Me estaba hablando de un prodigio, y un prodigio que encerraba mi origen, y sin embargo me aburría. Como tema de conversación, prefiero las cosas ordinarias: la comida, las películas que más me gustan, que no siempre son las mejores, las conductas secretas de quienes me rodean, las inesperadas alteraciones de la rutina que acaban por ser también rutina. Los arcanos, las abstracciones, la pesada sabiduría: todo aquello que da vida no tiene nada que ver con la vida, y no me interesa.
Ferrol me invitó a quedarme en la casa, donde nada me faltaría. Le dije que me iría al día siguiente, y sin embargo -y han pasado tres meses- todavía no me he movido de aquí. Él estuvo conmigo una semana, y se dedicó a trabajar en el lago, con una sonda, tratando de encontrar la estatua sumergida. No me pidió ayuda, ni tampoco me ofrecí. Varias veces lo vi a punto de darse vuelta con el bote, de tanto que se inclinaba sobre la borda. Pero el lago es grande y se hubiera necesitado media docena de botes y hombres para tener alguna probabilidad de éxito.
Ferrol se resignó a la pérdida de su obra. Se fue temprano, para alcanzar el único tren del día. Cuando se marchó, no golpeó a mi puerta para saludarme ni me dejó mensaje alguno, excepto su sonda: una cuerda de nylon con una pesa en el extremo. Tal vez tuviera la esperanza de que yo lo reemplazara en la búsqueda.
Llevo una vida tranquila. A veces voy al pueblo y converso un poco con el dueño del almacén de ramos generales, mientras tomo una hesperidina y juego a los naipes. Hago largas caminatas por el bosque, miro desde el muelle la niebla que cubre el lago, asisto a los saltos de unos peces plateados. A la tarde me quedo junto a Livia, y le hablo en voz baja mientras estudio las vetas del mármol e imagino la forma del corazón escondido en la piedra. Y rezo: cuando Dios o los dioses se cansen de su propia compasión o de su propia crueldad, que el fin me sorprenda aquí, junto a ella. Así continuaremos, quietos, uno junto al otro, nuestra caminata por el bosque.

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6.8.06

EL ORDEN DE LAS COSAS

de Pía Barros, narradora chilena.
Ante la recepción de ese hotel de mala muerte, donde no me atreví a bromear por la ausencia de la letra O en el letrero que pomposo señoreaba sobre el techo "Hotel Cielo", te llamé Talo y pienso que ése fue el segundo orden que tomaron las cosas.El hombrecillo de cejas depiladas sonrió con mecánica afectación y preguntó: -¿Don Gonzalo cuánto es usted? -y yo agregué socarrona -Widow, don Gonzalo Widow.Me miraste de reojo pero yo percibí los cuchillitos que pretendían taladrar mis arranques de humor. Estábamos algo tensos y por suerte que el hombre de modales de medusa húmeda ignoró el respingo que diste al firmar junto a Gonzalo Widow y Sra.
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–La habitación está aquí no más, a la vuelta. Es la cabaña tres. Si quieren, yo les bajo las cosas del auto. -No es necesario -te apresuraste- Gracias. Tomé la llave y nos dirigimos hacia la puerta donde pampeaba un dorado tres plástico con pretensiones de metal. Dos camas, una silla, la clásica mesa coja y una lamparita nos aguardaban. Entre los dos respaldos de las camas, un afiche desvaído de plaza de toros hacía imposible adivinar si era México o España. Cuando me arrojé, agotada, sobre la primera cama ante mí, tu voz resonó: -Baja los pies y primero ve a ducharte. No importa lo que haya pasado, todavía eres mi hija.Sonreí sarcástica, me levanté, fui hasta el baño y abrí la ducha. Mientras me jabonaba, pude ver como una de las costras terrosas de mis manos se diluía y dejaba el reguero rojo de la sangre. Era así que delataba: en su aspecto de costra, seco por el tiempo, no había ningún indicio. Allí, remojado en agua tibia, hacía señales desesperadas.Por un instante, sólo un segundo, alcancé a tener lástima por el cuerpo de mi madre, enrollado en plástico y acurrucado en el portamaletas del auto.
Talo trajo el bolso y me enfundé en unos jeans limpios; como no tenía otra polera, tuvo que darme una de sus camisas. En el asiento trasero, nuestras ropas sucias del día anterior reclamaban un lavado sólo en la privacidad.Dormimos unas horas y al comenzar la tarde, desperté con el sobresalto de quien está siendo observada. Estabas a los pies de mi cama, sentado sobre una silla, mirando obcecado, como los niños, esperando a que yo despertara.-Vamos, dijiste, creo que debe ser ahora.Tuvimos un diálogo insulso con el hombre de cejas depiladas y mientras tú preguntabas por los lugares a visitar en los alrededores y él te hablaba del ojo de agua de Chiu Chiu y de las leyendas de centro sin fondo, de Jacques Cousteau que había querido hacer o había hecho una expedición al fondo del ojo de agua, yo pude constatar por el borde renegrido de las patillas que además de depilarse las cejas, se teñía el pelo. Le dijiste que volveríamos a cenar, seguramente para mantenerlo ocupado y subimos al auto.
Cuando mamá se emborrachaba, el mundo parecía un lugar mejor para vivir. Bailaba un rato por la cocina, nos abrazaba a papá o a mí, tarareaba canciones sin sentido y luego, exhausta, se dejaba caer en cualquier sitio, ya fuera la alfombra del living, el sofá o la terraza. Entonces, como si nos hubiésemos puesto de acuerdo de antemano, papá y yo nos acurrucábamos junto a ella, y nos abrazábamos, como las familias de verdad y podíamos hacerle cariño a su rostro relajado, a su boca algo gruesa en el labio inferior, como si estuviera en un permanente puchero. Según papá, ese era su gesto coqueto: ese puchero de niña ofuscada que, aunque lo practiqué semanas ante el espejo, yo nunca pude imitar. El rostro de mi madre era hermoso, suave, sin aristas, cuando tenía cerrados los ojos. Su piel tersa, blanca y el pelo negro, negrísimo, que caía en pequeñas ondas hasta los hombros.Así, dormida en el olor acre de los borrachos, ella nos acercaba al paraíso.
Nos internamos por la tierra rojigris del desierto. Un villorrio nos sobresaltó, pero seguimos las señales y llegamos al ojo de agua. Jamás se hubiera distinguido sin los letreros y las dos manos pequeñas que indicaron sin curiosidad "Pa allá", señalando una dirección sobre la tierra.Era inmenso y redondo y desconcertante. Un lago en la mitad del desierto. Profundo, incalculablemente profundo. Papá sacó la pala que habíamos comprado cientos de kilómetros atrás e intentó cavar, pero la tierra era dura, casi cemento y el lugar podía tener otros curiosos, por lo que nos subimos al auto y enfilamos en dirección opuesta, lejos, hacia la mitad de la nada. Allí papá volvió a cavar y esta vez no se le hizo tan difícil. Oscurecía en el desierto y yo sólo escuchaba el track track de la pala borroneado por el viento implacable.
Cuando mamá abría los ojos, la paz y el orden de las cosas, morían. A veces, como una gata engañosa, esos enormes y rectangulares ojos verdes se agudizaban para preguntar susurrantes "¿Aún me quieren?" y nosotros sucumbíamos de inmediato y gritábamos eufóricos, "Sí, siempre, siempre" Entonces ella se levantaba de improviso y nos quedaba mirando desde arriba, "Ya veremos el límite de su amor", amenazaba y nos dejaba allí, temblantes, aterrados.
El viento me zumbaba en los oídos y el frío nos calaba hasta el temblor. Fui con papá al auto y le ayudé a llevar el rígido encogimiento de mamá. Aunque tenía los ojos sorprendidos y una sonrisa congelada, se veía bellísima a través del plástico. Con esfuerzo, la pusimos en la tierra. Sé que papá pensó lo mismo que yo y por un instante quisimos acurrucarnos junto a ella. Hacía frío, mucho frío.
Cuando papá se llamaba Ricardo y yo no usaba maquillaje, nos sentábamos juntos en los peldaños que iban de la cocina al patio y él me abrazaba, tratando de explicarme el orden de las cosas, el por qué debíamos permanecer en silencio y escondidos, mientras mamá gemía en el dormitorio, desnuda, junto a un extraño. Las explicaciones de papá consistían en un abrazo fuerte, un dedo silenciando mis preguntas y uno que otro brillo de lágrimas en sus ojos castaños. Cuando yo era muy pequeña y algún desconocido estaba con mamá, él me llevaba a pasear y a comprar helados, hasta que un día los helados me supieron amargos y su sola mención me provocaba arcadas. "Sé que están ahí", gritaba mamá, "vengan" y aún tenía al extraño entre las piernas cuando nosotros nos asomábamos. El sujeto invariablemente, corría por sus pantalones con el rostro desencajado por el miedo. Debíamos ofrecer un extraño espectáculo, papá y yo, de la mano, en el vano de la puerta. "¿Todavía me quieren?" gritaba histérica mamá, mientras el hombre corría llevándose sus ropas y dejando siempre algo olvidado por ahí. "Te amamos", decíamos, y mamá lloraba y nos abrazaba y nos estrujaba a besos y caricias y rasguños y me echaba de la pieza, pero yo sabía que, llorosos y desolados, papá y ella hacían el amor, mientras ella suplicaba "No me quieran, no me quieran, no me quieran..." Yo entonces iba a la cocina y dibujaba pájaros sobre la pizarra del refrigerador.
Me incliné y tomé un puñado de tierra para tirarla sobre ella a modo de sepelio. Papá tomó otro puñado e hizo lo mismo. Después, con la pala empezó a llenar el agujero. Yo veía cómo, con cada palada, mamá nos iba dejando atrás, como quería.
Un mes antes, papá había renunciado a su empresa y habíamos decidido viajar por el país. Yo creo que era por la vergüenza, el estar siempre dando explicaciones a los vecinos por los gritos de mamá, por los extraños, porque ya no podíamos seguir cambiándonos de casa a cada nuevo escándalo. El estaba cansado y sentía lástima de sí mismo y de mí, que no tenía amigos ni amigas y que en mis quince años, jamás había llevado a nadie a casa. Trajo sacos de dormir, carpas y nos fuimos de viaje. Pero mamá prefería los hoteles y en alguno de ellos, los regalamos a la muchacha del aseo, aún con las etiquetas puestas. Cada ciudad fue un infierno de "¿Todavía me quieren?" y gemidos y mi rabia y nuestro dolor silencioso. Por eso, papá había preferido enfilar hacia el norte. Su desolación se nos parecía, su desolación nos arrojaba a la parodia de una familia.
La hostería era como todas fuera de la temporada turística, vacía, con un encargado entusiasta y deseoso de propinas. Te pregunté en voz alta, para completar el puzzle de la revistas ¿Cómo se llaman los ofidios que se pueden matar a sí mismos?, crótalos, dijiste.Después, yo te llamaría Talo.
Mamá estuvo contenta, conversadora e insistió en maquillarme y ponerme bonita. Papá se fue a caminar por los alrededores. Ella limpió su rostro, hasta que casi semejó a una niña, y maquilló el mío hasta que me vi como una mujer. Nos vimos ante el espejo y ella insistió en que nos tomáramos una foto con la Polaroid.Salió corriendo hasta el auto, pero como estaba en ropa interior, se puso mi chaquetón. De lejos, mi padre gritó: __Beca, ven, aquí hay lagartijas.- Ella se quedó suspendida, rígida, como un sabueso, pero luego le devolvió el grito:__Soy yo, Alejandra- y agitó la mano. Entró tan rápido como había salido y nos instalamos ante el espejo del baño, complicadas para buscar la pose en la foto. Como era muy pequeño el espacio, desistimos y nos fuimos a la sala. Mamá puso sobre una silla la cámara y las dos nos echamos al suelo, con el rostro entre las manos y enfilado hacia el lente, sonriendo, mientras el click anunciaba que estaba lista la imagen. Papá llegó un rato después, para observar el rostro contraído de mamá, mientras examinaba las fotografías. __No me amen, masculló, no soy única, hasta mi dolor se repite... Se puso lápiz labial en su boca de puchero, una blusa azul y dijo que se iba a conversar con el encargado.
Era noche cerrada cuando la última palada de tierra terminó de cubrir a mamá. Había estrellas en la oscuridad, casi demasiadas y parecía que el mundo se había puesto de rodillas ante ella. Por un instante, nuestra desolación se ocultó en el paisaje. Mamá se fue a "conversar" con el encargado y le pidió dos vodkas secos. Yo salí tras ella y la observé bebérselos uno tras otro, acodada en el mesón. El empleado, por sobre la cabeza de mi madre, guiñó un ojo en mi dirección, así es que giré para ver si alguien estaba a mi espalda: pero no, era a mí. Fue la primera vez que un hombre me miraba de ese modo, el modo en que siempre habían mirado a mamá. Me inspeccioné en el reflejo de la vidriera y vi a una mujer excesivamente maquillada. Mujer, entiéndase, no adolescente. Fue una sensación extraña, agria, desconcertante, el no reconocerme de inmediato en el reflejo. Papá me hizo señas desde la cabaña para que la dejara sola y me escondiera con él, pero yo a mi vez agité la mano a la distancia para que me dejara en paz. Mamá pidió otro, seguro, porque vi al encargado servírselo y volver a guiñarme el ojo mientras mamá bebía hasta el fondo del vaso. El hombre me hizo unas señas y pude darme cuenta de que más tarde, cuando ella se durmiera, él me invitaba a pasear. Algo parecido al vértigo se me instaló hasta la náusea, respiré profundo, pero había mucho polvo, mucho calor en el entorno. A unos minutos de la hostería, Copiapó hacía señales verdes en el desierto. Volví la mirada a lo que ocurría tras los ventanales y al parecer mamá había dicho algo porque el hombre reía socarronamente ante la furia de mamá que gesticulaba y agitaba sus brazos, y mostró sus pechos abriéndose la blusa. El hombre miró hacia la puerta y ella a su vez giró y me sorprendió espiándola a través del vidrio. Se cerró la blusa casi cruzándola del todo sobre el pecho y echó a correr hacia nuestra cabaña, algo aturdida y entorpecida por los vodkas. Fui tras ella y me insultó. Dijo que no la queríamos ya, que tampoco debíamos quererla, que nadie debía hacerlo y que yo ahora iba a ser la deseada indeseable, la no amada, la loca. Yo tuve miedo, un miedo que entumecía mis piernas, mientras la veía abalanzarse sobre el bolso de las provisiones y tirar fuera los fideos, el azúcar, la olla de camping, los fósforos, el café, hasta dar por fin con el whisky, destaparlo y beberlo directamente de la botella. Me puse contenta: mamá se emborracharía, volvería el orden a las cosas, y fui en busca de papá, que estaba a cierta distancia, observando algo en el suelo. Cuando llegué hasta él, me mostró una lagartija enorme, confundida con el polvo. La observamos juntos largo rato, pensando en lo mítico de esas criaturas prehumanas, en sus ojos sabios, en esa mirada a la que nada podría escandalizar o sorprender. Ante ella, éramos una familia como las otras, algo difusa, pero cuánto habría en su mirada, cuánto de todo aquello que sus antepasados, subrepticios o malvados, mágicos o reveladores, le habrían enviado como señales por el camino de la sangre... ¿Tendrían sangre las lagartijas? ¿Sería como la nuestra? Volvimos a la cabaña para observar a mamá tendida, con la botella a medio beber a su lado, mascullando obscenidades, pero ya por fin al borde abisal del sueño.Nos miramos con papá, sonreímos y nos acurrucamos junto a ella. Nos dormimos pensando en la lagartija y en que la felicidad es a veces tan extraña.
Si mamá abría sus ojos verdes el mundo se ponía de rodillas ante su mirada y papá y yo sólo temíamos, temíamos más certeramente, cuando mamá abría sus ojos a la tierra.
Ya no quedaba ni el ruido de las paletadas de tierra, sólo el viento aullando en nuestros oídos, entumeciéndonos, devolviéndonos hacia nosotros mismos. El próximo mes mamá habría cumplido treinta y seis, y me pregunté cómo se habrían conocido y si papá habría sido siempre el tipo sumiso y derrotado que yo recordaba hasta la tarde de ayer.
Mamá se levantó sin que nos diéramos cuenta y nos dejó acurrucados, dormidos sobre el piso. Despertamos sobresaltados con los gritos y vimos el reguero de su ropa sobre el suelo. En algún lugar, de seguro cerca del encargado, mamá estaba gritando desnuda. Corrimos hacia la recepción, para ver en ese instante a mamá abalanzarse sobre el encargado, blandiendo un cuchillo inmenso en su mano derecha. El forcejeo fue breve y ambos cayeron. Todo pareció detenerse en un segundo y luego, mamá se levantó, ante los ojos desorbitados del hombre en el suelo. Estaba de espaldas a nosotros, cuando le oímos decirle: -Tú me liberaste.-Y luego cayó junto a él, encogida, echando extraños borbotones rojioscuros por la boca.
Nos quedamos quietos, estupefactos, los tres. No había más ruido que el de la boca manchada de mamá, como si tuviera el lápiz labial corrido. Papá fue el primero en acercarse. Caminó a ella y la cogió en sus brazos, como hacía conmigo cuando era niña, acunándola, susurrándole secretos inaudibles. Mamá lo miraba sonriendo, hasta que un velo extraño le fue subiendo por el verde para dejar sus ojos opacos y sin brillo. A mi lado, sentí que el hombre sollozaba. No le prestamos atención. -No fue culpa mía, fue un accidente, ustedes lo vieron, no me denuncien, por favor... Papá la puso encogida sobre el suelo y los dos nos abrazamos a su cuerpo desnudo, pero no pudimos dormir, teníamos los ojos abiertos, muy abiertos. Un rato después, papá se puso de pie y me ayudó a mi a hacer lo mismo. Tranquilizó al hombre y le pidió plástico. Atontado, fue hasta la cocina y le trajo los rollos de filmoplast. Mi padre suspiró resignado y empezamos a envolverla, como envolvíamos las verduras para guardar en el refrigerador. Yo le ayudaba levantándola y él iba envolviéndola como en una crisálida, extraña mariposa sin alas. Cuando terminamos nuestra labor, papá la tomó en sus brazos y caminó hasta el auto. Cuando el encargado, aturdido, desconcertado, quiso ayudarlo, él lo alejó secamente. -No la toque, ahora es nuestra-. La acomodó encogida en el portamaletas. Volvió junto a nosotros y pidió toallas, limpiamos los restos de sangre del suelo. Luego fuimos a la cabaña y nos cambiamos las ropas, que dejamos en un bolso en el asiento trasero. No recogió más nada, así es que aproveché de tomar los maquillajes de mamá, con los que más tarde jugaría, en medio de un silencio feroz, durante cientos de kilómetros, antes de llegar a Calama. El hombre se quedó parado junto a la hostería, mirándose las manos una y otra vez, incrédulo. El auto estaba frío y nosotros también, así es que papá demoró unos instantes en hacerlo partir. Nos sentíamos tan solos ahora, con el portamaletas vacío, con la vida opaca que nos quedaba por delante. Al pasar de regreso frente al ojo de agua, le pedí que se detuviera un momento. Tomé el bolso con nuestras ropas ensangrentadas y bajé para arrojarlo con todas mis fuerzas al centro del ojo. Sólo escuché el chapoteo al hundirse.Antes de regresar a la cabaña 3, del hombre de las cejas depiladas, ya no quedaba en mí ni un rastro de maquillaje. Creo que habíamos llorado. El orden de las cosas no sería lo mismo sin ella.

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